miércoles, 2 de julio de 2008

Contexto



Obras con texto. Obras con contexto. Esa es la premisa.


La arquitectura, así como las demás artes, pueden ser entendidas como una búsqueda, un lenguaje que quiere decir algo, o sin quererlo, termina diciéndolo. El texto se entiende como el fundamento, el sustento, el vocabulario interno en que se basa algo, como también lo que empieza a hablar una vez situado en un lugar, en un espacio, en un contexto. El contexto se entiende como lo externo, las obras están hechas en un momento, en una situación histórica, en un lugar geográfico, en una instancia de la vida de su autor, en una visión de mundo particular.


Se propone hacer de cada momento, una obra, una creación, un nombrar. Como se ha dicho inicialmente, la arquitectura es una de las Bellas Artes, pero esta relación se ha ido perdiendo, en función de “lógicas” o “estrategias” que terminan por convertir a la arquitectura en un resultado de diversas ecuaciones, acercándose más a la ciencia, en algunos casos; o en otros se ha convertido en un intérprete de modos o modas, al servicio de obras “de autor” y derivados.


Actualmente parecieran prevalecer los nombres de quién hace algo, y su modo, o variaciones o adaptaciones “a la manera de”, por sobre lo que está haciendo o dónde lo está haciendo. Aquí, en cambio, se cree en un lugar donde lo que se hace es más importante, nace de un lugar en particular, en un contexto, y se vincula con éste y sus personas, las formas de vincularse con el resto, no con las tendencias internacionales. Se cree en el lenguaje propio, que intenta universalizarse en el sentido de ser entendido por los demás, no para ser aplicado de la misma manera por quien le interpela. Un lenguaje que sale del entendimiento de los lugares, no como verdad absoluta, pero con voluntad interpretativa de ellos.


El arte en general, se puede entender como una creación sensible, real o imaginaria, una visión personal o colectiva desinteresada, transformada en un medio para transmitir o despertar algún mensaje, sentimiento, sensación.


Se quiere volver a entender la arquitectura como un arte. Por lo mismo, se hace necesario abrir las variables que conforman el texto y el contexto de una obra. Que los fundamentos y los lugares vengan de los más diversos ámbitos, no sólo de lo cotidiano o lo conocido. Abrir las vertientes de lectura de los lugares, puede (o debe) generar respuestas abiertas y nuevas. Salir de vertientes matemáticas, estructurales, estadísticas, formales, y entrar a buscar vertientes más abstractas, desconocidas, poco visitadas, o dejadas de lado.


En donde se debe hacer hincapié, es en la transformación de la lectura de un lugar, en la interpretación, y en la formulación de una voluntad en la obra. Que la obra sea consecuente con un desarrollo, un proceso, y que sepa conciliar ese proceso interior, con su contexto, una vez situado. Las obras empiezan a hablar por sí solas una vez que se asientan, incluso si son viajeras, hablan de sí mismas, de quien las hizo, de su tiempo, y reinterpretan el lugar al que llegaron.


El contexto actual, propone a la vez muchos escenarios. Diversas situaciones de crisis (ambientales, energéticas, ideológicas, religiosas, en fin), inestabilizan los escenarios futuros, y hacen que surja un cuestionamiento a la manera de hacer pasada y actual. Es posible pensar en obras generadoras de cambio en el contexto. Obras que transformen, propongan, desestructuren, cuestionen, reformulen su entorno, su contexto, sus lectores, sus visitantes, sus observantes. Nuevas temáticas deben ser trabajadas, nuevas propuestas de transformación de estas crisis pueden ser formuladas a partir de las obras. Los más grandes cambios pueden surgir de los más mínimos gestos… sumados.


La arquitectura tiene un afán público. La idea es que lo que se genere se haga público. Por lo mismo, tanto en el aprendizaje como en la aplicación del oficio, esta voluntad pública debiera irse incrementando. Hacer obras públicas, no necesariamente significa grandes proyectos, grandes inversiones, burocracias, papeleos, estructuras de poder. Se puede hacer obras públicas a partir de la gratuidad del regalo. Un obsequio a un lugar en particular, que puede ser desde un nombrar, un leer, un releer, un interpretar, un preguntar, un instalar, hasta un construir. De hecho, nombrar ya es construir. Una idea es obra.


Se quiere, entonces, hacer regalos a los lugares. Hacer regalos a los habitantes, a los transeúntes. Volver a las ciudades, pueblos, caseríos, e incluso a los lugares inhabitados, para sembrar palabras, ideas, objetos y obras. Hay que salir de la “academia”, volver al “territorio”. A partir de un “activismo cultural”, un “volver a las calles”, se puede reconectar a la arquitectura y al arte en general, con la gente. El arte en general, no es sólo para las elites, los iniciados, los ilustrados, menos lo es la arquitectura. De hecho, la arquitectura mejor arraigada es la anónima, las formas ancestrales de construir, los espacios reminiscentes, la que alberga actos que se niegan a desaparecer. Muchas veces la mejor arquitectura no es hecha por arquitectos.


Estas palabras pretenden convertirse en un llamado a salir a los lugares, visitarlos, recorrerlos, sentirlos y vivirlos, y además generar un obsequio, una construcción que deja la teoría, y se convierte en obra, para ser interpretada por su contexto, los habitantes, los viajeros… en pocas palabras, es un llamado a trabajar, construir y regalar… ya veremos cómo sobrevivimos…

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